Vacunas...¿Buenas o malas?
Antes de hablar de vacunas, queremos asegurarnos que nuestros lectores sepan qué es una vacuna y cómo funciona. Las vacunas son preparaciones biológicas que confieren inmunidad ante una enfermedad específica. Estas se encargan de entrenar al sistema inmune para reconocer y combatir patógenos. Para lograr esto, ciertas moléculas del patógeno deben ser introducidas en el organismo (en este caso, nuestro cuerpo) para desencadenar una respuesta inmune contra estos. Así, el sistema inmune aprende a reconocer estas moléculas extrañas como invasores y, cuando el individuo se enfrente al patógeno nuevamente, lo reconocerá y atacará antes de que este se reproduzca y cause enfermedad (1).
Para algunas personas el hecho de vacunarse no genera ningún problema. Sin embargo, hay otro grupo que se niega a hacerlo, por malinterpretaciones. ¿Qué impacto genera esto? Distintos estudios muestran que un incremento en la incidencia de enfermedades fácilmente prevenibles por vacunas, va de la mano con la disminución en la tasa de vacunación de la población (2, 3). Entonces, si vacunarse previene a la gente de contraer enfermedades, ¿Por qué algunas personas no quieren vacunarse?
Nos remontamos a 1998, particularmente a un estudio que reportaba el desarrollo de problemas de comportamiento (como autismo y psicosis) en niños, cuyos síntomas habrían aparecido después de recibir la vacuna contra el sarampión, paperas y rubeola (MMR, de sus siglas en inglés) (4). El artículo publicado en la revista británica médica “The Lancet” fue duramente criticado por distintos problemas. El principal de estos fue que se comprobó que muchos de los niños que formaron parte del estudio eran hijos de padres que habían establecido demandas legales por supuestos “daños” ocasionados por la vacuna. Curiosamente, el autor del estudio, Wakefield, recibía dinero en calidad de “experto” por los abogados encargados de dicha demanda. Si nos detenemos un segundo y reflexionamos, ¿todavía creen que este artículo podría tener objetividad científica? Una vez que ‘The Lancet’ supo de este hecho, contactó a los 12 autores del artículo para preguntarles si, a pesar de estos escándalos, aún defendían la validez de lo expuesto en el artículo. Tras esta acción, 10 de los 12 autores se retractaron. “The Lancet” publicó en el 2004 el nuevo testimonio de los autores, donde
aclaran que en aquel artículo de 1998, no se establece una causalidad entre la vacuna y el desarrollo de autismo debido a información insuficiente (5).
“We wish to make it clear that in this paper no causal link was established between MMR vaccine and autism as the data were insufficient” (5).
Años más tarde, el artículo fue retirado de la revista médica. Lamentablemente, este estudio perplejó en las personas la idea errónea de que las vacunas podrían ser causantes de ciertos trastornos de la salud.
¿Cómo podemos explicarle a la población que la vacunación es beneficiosa? Lo más importante es entender que las vacunas son, actualmente, el mejor método para prevenir enfermedades. Aunque algunas personas crean que ‘es mejor obtener inmunidad a través de la exposición natural a la enfermedad que a través de vacunas’, esto no puede tener menos fundamento científico. Si tomamos el caso del sarampión, aquellas personas no vacunadas que contraen la enfermedad tienen una chance de 1 en 500 de morir meramente por los síntomas (3). Sin embargo, la proporción de personas que, tras haber sido vacunadas contra esta enfermedad, desarrollaron una reacción alérgica severa es de 1 en 1 millón. Para tomar otro ejemplo, la falta de vacunación contra la influenza tipo B podría resultar en el desarrollo de retardo mental en el paciente tras la exposición a la infección. Asimismo, en el caso de no estar vacunados contra el virus de la hepatitis B y ocurra la infección, la persona estaría en riesgo de desarrollar cáncer de hígado (6). ¿Realmente, necesitamos más evidencias? ¿Valdria la pena correr el riesgo de no vacunarse?
Otro aspecto a discutir es la composición de las vacunas. Muchas personas consideran que estas tienen compuestos químicos que podrían ser perjudiciales para el organismo. Nosotros venimos a explicarles por qué esto no es cierto. Entre estos compuestos tenemos al mercurio, formaldehido y aluminio. ¿Por qué se usan estos compuestos y qué tan “tóxicos” son? Inicialmente, el mercurio era usado en vacunas como preservante, es decir, para evitar el desarrollo de bacterias y hongos en la preparación. Sin embargo, la única vacuna que lo contiene actualmente es la vacuna contra la influenza (existiendo ahora la alternativa de vacunas contra la influenza sin mercurio). El formaldehído es usado para inactivar virus y toxinas, certificando la seguridad de las vacunas. Este es un compuesto encontrado normalmente en nuestro cuerpo como producto metabólico, aunque su exposición en grandes cantidades y por un tiempo prolongado puede ser muy perjudicial. Afortunadamente, las vacunas contienen una cantidad ínfima de este compuesto: aproximadamente 0.05 mg/ dosis, lo cual es menos del 2% del formaldehído circulante en el cuerpo de un bebé de 2 meses de edad. Por último, el aluminio, usado en las vacunas como adyuvante (sustancia que permite incrementar la respuesta inmune) está presente en la comida, agua y medicinas; de los cuales podemos obtener entre 30-50 mg de aluminio diarios. Su seguridad ha sido comprobada, aunque no todas las vacunas lo contienen. Aquellas que sí lo contienen presentan entre 0.125-0.625 mg por dosis: menos del 1% del valor diario consumido (7). Ahora que sabemos que no corremos riesgos con los componentes de las vacunas, ¿se negarían a vacunarse?
Finalmente, si nos ponemos en el caso hipotético de que la mayoría de la población está vacunada, alguien podría pensar que tal vez ya no es necesario vacunarse. Sin embargo, esto representaría un peligro colectivo. Debemos considerar que vivimos en una época donde el movimiento de personas entre países y continentes es muy alto. Esto quiere decir que una enfermedad puede no ser prevalente en cierta región, pero que la introducción de un individuo extranjero infectado aumentaría considerablemente el riesgo de contraer la enfermedad para aquellas personas no vacunadas versus las que sí fueron vacunadas contra esa enfermedad. Entonces, es mejor estar protegido y no necesitarlo, que no estar protegido y necesitarlo, ¿cierto?
¿Consejo de NoisyScience? Happy vaccination!
Referencias
World Health Organization. Health topics – Vaccines. Extraído de http://www.who.int/topics/vaccines/en/. 2016
Atwell et al. Pertussis Case Spatial-Temporal Clusters in 2010 in California. PEDIATRICS Vol 132, 4. 2013
Centers for Disease Control and Prevention. Measles. Epidemiology and Prevention of Vaccine-Preventable Diseases, 13th Edition. 2015. Extraído de http://www.cdc.gov/vaccines/pubs/pinkbook/meas.html#complications
Wakefield et al. Ileal-lymphoid-nodular hyperplasia, non-specific colitis, and pervasive developmental disorder in children. The Lancet, Vol 351, pp.637-641. 1998. RETRACTED
Murch et al. Retraction of an interpretation (Ileal-lymphoid-nodular hyperplasia, non-specific colitis, and pervasive developmental disorder in children). The Lancet, Vol 363, pp 750. 2004.
World Health Organization. What are some of the myths – and facts – about vaccination? Extraído de http://www.who.int/features/qa/84/en/ . 2016
Food and Drug Administration. Common ingredients in U.S licensed vaccines. Extraído de:http://www.fda.gov/BiologicsBloodVaccines/SafetyAvailability/VaccineSafety/ucm187810.htm. 2016