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Jovanka Gencel

¿El ejercicio es medicina?

Siempre hemos tenido presente que la actividad física es beneficiosa para nuestro organismo y el mantenimiento de una buena salud. Sin embargo, las bases biológicas que soportan esta hipótesis no son bien conocidas. En el 2016, se publicaron algunos artículos que permiten tener una idea más clara con respecto a estas preguntas, los cuales fueron compilados en una revisión publicada en la revista científica Nature, este año.


En primer lugar, hay que entender que, durante el ejercicio, un órgano (principalmente el músculo esquelético en contracción) es capaz de liberar distintas moléculas que tienen un efecto sobre el metabolismo de otro órgano (1). Las principales moléculas liberadas por el músculo en contracción son conocidas como miocinas.


En estudios in vitro, donde se simuló los efectos del ejercicio sobre miotubos (principales componentes de las fibras musculares), se encontró que una de las proteínas secretadas fue la catepsina B, una miocina. En humanos, los niveles de catepsina B en el plasma correlacionan con el rendimiento físico y la memoria. En ratones, el ejercicio estuvo relacionado con un aumento en la neurogénesis (generación de nuevas neuronas) en el hipocampo (zona del cerebro encargada de la memoria) (2).


Aunque el músculo en actividad es la fuente más conocida de moléculas con función endocrina (cuya acción se ejecuta en lugares distantes), el hueso también es capaz de cumplir esta función mediante la liberación de una molécula denominada osteocalcina. Se ha visto que los niveles de esta incrementan durante el ejercicio y son capaces de promover procesos como la absorción de glucosa a nivel celular y el incremento de la producción y liberación de otra molécula conocida como miocina IL-6. Esto resulta en un aumento en la degradación del tejido adiposo y la producción de glucosa en el hígado para su disponibilidad como fuente de energía (3).


Además, la actividad física también puede tener un efecto protector frente a la carcinogénesis. En aquellos ratones que realizaron ejercicio (correr) se vio un aumento de la miocina IL-6 y una redistribución de ciertas células del sistema inmune a sitios donde habían tumores, versus ratones que no lo realizaron. Esto sugiere que se podría incluir al ejercicio como parte del tratamiento contra el cáncer (4).


Igualmente, el ejercicio podría favorecer la preservación de la retina en edades avanzadas. Se encontró que el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF, por sus siglas en inglés), el cual se mantiene elevado durante el ejercicio, sería el que permite mantener la integridad de la sinapsis (interacción entre neuronas) en el área de la retina (5).


¿En conclusión? El acúmulo de la evidencia más reciente sugiere que el ejercicio ayudaría en procesos como mejoramiento de la memoria y el funcionamiento del cerebro, tendría un efecto protector frente a la carcinogénesis y podría revertir la vulnerabilidad al daño de la retina relacionada a la edad (1).


¿Consejo de NoisyScience? ¡Comencemos hoy mismo a ejercitarnos!

Referencias

  1. Febbraio M. Health benefit of exercise – more than meets the eye! Nature Reviews, 2017.

  2. Moon et al. Running-induced systemic cathepsin B secretion is associated with memory function. Cell Metab, 2016.

  3. Mera et al. Osteocalcin signaling in myofibers is necessary and sufficient for optimum adaptation to exercise. Cell Metab, 2016.

  4. Pedersen et al. Voluntary running suppresses tumor growth through epinephrine and IL-6- dependent NK cell mobilization and redistribution. Cell Metab, 2016.

  5. Chrysostomou et al. Exercise reverses age-related vulnerability of the retina to injury by preventing complement-mediated synapse elimination via a BDNF-dependent pathway. Aging Cell, 2016.

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