¿Cuál es la importancia de la nutrición en el embarazo?
Seguramente muchos de nosotros hemos escuchado la frase ¨somos lo que comemos¨. Esto no sólo aplica a la comida que ingerimos desde edades tempranas, sino que involucra la alimentación de la madre antes de la concepción, durante el periodo de embarazo y lactancia. La nutrición merece especial atención durante estas etapas debido a las altas necesidades de nutrientes y al papel crítico de una alimentación adecuada para el desarrollo del feto, el lactante y la salud de la madre. Las adaptaciones fisiológicas durante el embarazo protegen parcialmente al feto de las deficiencias en la dieta materna, pero aun así estas insuficiencias pueden tener consecuencias negativas para la salud del feto a corto y largo plazo.
¿Cuáles podrían ser las consecuencias de una mala alimentación durante la gestación?
La nutrición durante el embarazo no sólo afecta al desarrollo fetal, sino también al riesgo de enfermedades crónicas para ese bebé en la edad adulta (1). La mala nutrición en el útero puede aumentar el riesgo de que el feto padezca una enfermedad cardiovascular de adulto (2), hipertensión arterial (3), obesidad y síndrome metabólico (4). Incluso los bebés con peso aparentemente normal al nacer tienen un mayor riesgo de muerte cardiaca posteriormente si han sufrido malnutrición durante el periodo de gestación (5). Las mujeres obesas son más propensas a dar a luz a un bebé grande para la edad gestacional en comparación con mujeres de peso normal, lo que aumenta significativamente el riesgo de complicaciones asociadas con el parto. La dieta materna puede influir en el tipo de tejido adiposo fetal, lo que explicaría el riesgo del bebé a desarrollar resistencia a la insulina y posterior diabetes en la edad adulta (6).
Se estima que el 41,8% de las mujeres embarazadas en todo el mundo son anémicas (7). Esto se debe principalmente a la deficiencia de hierro, folato, vitamina B12 o vitamina A de la dieta. La anemia durante el embarazo (hemoglobina <110 g/L durante el 1er y 3 trimestre de gestación) se ha asociado con un mayor riesgo de parto prematuro, mortalidad materna e infantil y enfermedades infecciosas (8). La anemia por deficiencia de hierro puede afectar el crecimiento y el desarrollo del feto tanto en el útero como a largo plazo.
El ácido fólico y otras vitaminas del complejo B juegan un papel importante en la regulación del metabolismo energético, ayudan a aliviar la resistencia a la insulina, además de ser esenciales para el crecimiento humano, incluyendo el desarrollo cerebral. La deficiencia del ácido fólico se asocia con defectos del tubo neural, restricción del crecimiento intrauterino y otras malformaciones fetales, parto prematuro y bajo peso al nacer (9).
¿Cómo se puede llevar a cabo una alimentación óptima en el embarazo?
Ingesta de energía: Las necesidades energéticas varían ampliamente entre las mujeres. Se ha estimado que se requiere un 5% adicional en el primer trimestre, un 10% en el segundo trimestre y un 25% en el tercer trimestre. Teniendo como base una mujer con un IMC normal (18,5 - 24,9), esta ingesta equivale a 70 kcal adicionales por día en el primer trimestre, 260 kcal por día en la segunda y 500 kcal al día en el tercer trimestre (10). Al elegir los alimentos para aumentar la ingesta de energía, se prefieren alimentos ricos en vitaminas y minerales esenciales, como leche y productos lácteos, carnes magras (con poca grasa), pescados azules (ricos en omega 3), frutas, verduras y alimentos con alto contenido en fibra.
Proteínas: La proteína es esencial en el desarrollo de un bebé sano, ya que forma la base estructural para todas las nuevas células y tejidos en la madre y el feto. La mayoría de las mujeres embarazadas cumplen los requerimientos de proteína, ya que la ingesta típica de población es adecuada para el embarazo (1,1 g de proteína /kg/ día como mínimo). Sin embargo, hay que tener en cuenta la calidad de fuentes proteicas, prefiriendo las carnes magras, huevos, pescados y legumbres sobre las carnes procesadas con alto contenido en sal y grasas.
Lípidos: Además de ser una fuente de energía importante intervienen en la absorción de vitaminas liposolubles (A, D, E, K). Sin embargo, las dietas altas en grasas deben evitarse durante el embarazo debido al riesgo de exceso de peso. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) recomienda que todas las mujeres embarazadas consuman un suplemento de 700-1400 mg/semana de DHA (ácido graso esencial) (11). Este aumento de la ingesta se puede lograr consumiendo 1-2 porciones de pescado azul a la semana.
Cafeína: Se recomienda limitar la cafeína a menos de 200 mg por día, lo que equivale a 2-4 tazas de té o 2 tazas de café.
Alcohol: Evitar su consumo durante el embarazo.
No fumar ni exponerse al humo de tabaco.
Las malas condiciones nutricionales maternas en las etapas más tempranas del curso de la vida, durante el desarrollo fetal y la vida temprana, pueden inducir efectos a corto plazo y largo plazo en el feto; en particular, un mayor riesgo de enfermedades no transmisibles y la obesidad a lo largo de la vida. Es por eso que NoisyScience recomienda a las mujeres que estén planeando un embarazo o que se encuentren en el periodo de gestación acudir a un profesional de la nutrición para elaborar un plan alimenticio personalizado, que asegure tanto la salud de la madre como el adecuado desarrollo de su futuro bebé.
Bibliografía:
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European Food Safety Authority (EFSA) Panel on Dietetic Products, Nutrition, and Allergies (2010) Scientific Opinion on Dietary Reference Values for fats, including saturated fatty acids, polyunsaturated fatty acids, monounsaturated fatty acids, trans fatty acids, and cholesterol EFSA Journal; 8(3):1461